Por Genara Castillo Córdova
Por Julio Talledo. 09 junio, 2011.Ante los resultados de la Onpe que dan como virtual Presidente de la República del Perú a Ollanta Humala, más de uno me ha preguntado sobre lo que pienso que pasará en el Perú. En realidad, la historia humana se hace a golpe de decisiones personales que son fruto de la libertad de cada quien y son muy difíciles de predecir. Sin embargo, sí es posible seguir atentamente las tendencias u orientaciones globales, para identificar lo que en sociología divulgativa serían las “variables” o “claves” respecto de las cuales nuestro futuro puede ser uno u otro.
Evidentemente, no podemos en pocos párrafos agotar el asunto, pero si se trata de señalar aquellos factores decisivos que son importantes en nuestro destino, de aquí en más, hay que mencionar uno primero que es la integración. Sacar adelante el Perú requiere de un gran esfuerzo por integrar, tanto de un lado como de otro, sin injustas exclusiones, sin que primen intereses de parte, teniendo como meta el desarrollo de los peruanos no solo económico, sino integral.
El Perú tiene un gran problema de integración, que va desde lo geográfico hasta lo social y lo cultural. Mientras ese problema subsista, seguirán surgiendo deseos de cambio político de la población, descontentos y resentimientos, por las esperanzas frustradas, aspectos que los políticos saben capitalizar muy bien. Pero, donde está el peligro ahí está la solución; es decir, sabiendo cuál es el problema más relevante se puede plantear, formular, diseñar e implementar un plan de crecimiento que se vaya en esa línea.
Tenemos una enorme tarea por hacer y, como siempre, ésta tiene raíces éticas. Para realizarla se requiere de una gran capacidad de convocatoria para atender las necesidades reales de tanta gente excluida del trabajo, de la salud, de la educación de calidad, de una urgente infraestructura (carreteras, servicios básicos de agua, luz, etc.). Para ello se precisa de una necesaria reforma del estado que lo haga más eficiente y, especialmente, una lucha denodada contra la corrupción que tanto desmoraliza al país. En este sentido, la necesaria independencia de los poderes es algo muy saludable, así como que nuestros parlamentarios cumplan el reto de ser ejemplares tratando de proponer y dar leyes que perfeccionen a los ciudadanos.
Como se puede ver, no se trata solo de asuntos materiales, económicos o de no espantar a los inversores; sino que hacen falta, también, planteamientos más integrales: fortalecer a la familia, célula básica de la sociedad; formar bien o adecuadamente a los maestros, y principalmente, promover la ética ciudadana que congrega un conjunto de valores sociales como el respeto, veracidad, lealtad, justicia, responsabilidad, gratitud, etc.
Si pese a ello los agentes sociales fallan en la integración, será por tres causas: o porque no se sabe, o porque no se quiere o porque no se puede; todos lo externo influye, pero no determina las personales decisiones. Saber hacerlo es sabiduría, querer hacerlo requiere magnanimidad; y poder hacerlo es cuestión de poseer hábitos positivos o virtudes. Saber conlleva una gran inteligencia y dominio o moderación de las pasiones; si se interponen: la codicia, la soberbia, el revanchismo, el odio, los intereses personales, etc., se desfigura la realidad y se cometen errores.
Si se hace un gran esfuerzo por la integración, se sumarán los aportes, se consultará, se dialogará, que es lo que se hace en un auténtico gobierno. Esto requiere de un respeto exquisito por los demás, por su libertad y una búsqueda sincera de la verdad de los asuntos, teniendo en cuenta todos sus factores y circunstancias, evaluando las mejores alternativas, suscitando otras, para lograr acuerdos sin imposiciones dictatoriales, solicitando la participación. Esto requiere de un corazón magnánimo, de una visión a largo plazo; de una capacidad ejecutiva y de liderazgo.
El reto del próximo Gobierno es atender a las expectativas de mucha gente que mirará cómo se hace realidad esa vocación de servicio; se frustrará si ve cómo los que tienen el poder se acomodan para favorecerse a sí mismos. La idiosincracia de una buena parte de los peruanos les llevará a tomar buena nota de ello, aunque a veces lo disimulen, y eso lo veremos nuevamente en las próximas elecciones.
Es de desear que quienes gobiernen sean conscientes de la “pedagogía social” que realizan con cada una de sus acciones, ya que serán como “lecciones” que nos enaltecerán más o menos. Como decía Aristóteles cuatro siglos antes de Cristo, la finalidad de la vida en sociedad es mejorarnos como seres humanos, ejercitarnos y crecer en virtudes y no en los vicios que desvencijan cualquier grupo humano. Sólo desde las virtudes éticas se sacará la fuerza y el vigor para poner en marcha y sostener el gran proyecto de integración en el Perú.
Facultad de Humanidades.
Universidad de Piura.
Artículo publicado en el diario El Tiempo, lunes 6 de junio de 2011.